Amanece, el cielo está ligeramente nublado, cambia de tonos azules profundos, a rojos, dorados y amarillos. Aproximadamente 8°C. Esta descripción del tiempo abre “Depresión Intermedia” de Alejandra Moya Díaz, quien a través de 75 páginas, irá recorriendo diversos lugares públicos de la ciudad de Talca. Este viaje poético lo realiza Jaime, personaje que en vez de escribir su tesis decide prestar oídos a las voces que deambulan por el hospicio, plazas, parroquias, paraderos, alameda, puentes, locomoción colectiva, como también en su hogar. Cada texto está estructurado como fichas de kardex, donde en forma cronológica irá registrando fecha, hora, lugar y el estado del tiempo. Las emociones, sensaciones y reflexiones emergerán tanto en forma narrativa como poética, dando lugar así a un corpus literario en permanente movimiento que reflejan la rutina del estío, soledad y silencio: Mis mañanas son un tanto monótonas. Por estos días reviso en mi memoria la locura, el proceso por el cual se llega a algún estado de psicosis y me entrampo en cavilaciones mentales que me hacen comer las uñas y quebrar los pelos. Queda poco café. No hay gas. Las descripciones de lugares y momentos son directas y reales, sin tapujos ni adornos que escondan las escenas donde seres de carne y hueso van haciendo uso de la vida de acuerdo a su propia forma de ser: “Esto es Sodoma y Gomorra!", vocifera un viejo balbucero que deambula por Plaza Arturo Pratt, mientras un pato perro se baña en el chorro de manguera de un operario de áreas verdes y un par de parejas adolescentes se succionan en el pasto, cual apocalipsis inspirado en “El perfume”. La trama del cuerpo narrativo es una figura inexistente ya que está dada solo por el compás de los momentos que el protagonista va experimentando durante los treinta y dos días en los que transcurre su continuo peregrinar existencialista en el que, a veces, la derrota y el desgano son los ingredientes que priman en el transcurrir de las horas.