En medio de unas vacaciones, un hijo convence a su familia a realizar una excursión por la
tumba de su filósofo favorito. Este panorama insólito, apartado de cualquier guía turística, es el
punto de partida para un alucinante despliegue de recuerdos, reflexiones en torno a la
revolución, intentos por definir la particularidad de lo fome, y confesiones sobre el miedo que
generan “los pañales” y el eventual “colapso del universo entero”. Usando el formato de los
parágrafos del Tractatus, Correa hilvana con sutileza cavilaciones wittgensteinianas logrando
hacer simbiosis con líricas del “Divo de Juaréz” Juan Gabriel, o fragmentos apócrifos del
olvidado escritor Augustín Palazuelos. La caminata, en este entrañable y breve libro, opera a la
manera de Walser, como una excusa para irradiar pensamiento.
La tumba de Wittgenstein confirma el solido oficio de Matías Correa y demuestra que
puede, cuando se lo propone, volverse una luminosa rara avis.