Quienes escriben poemas de amor y desamor lo saben bien: son siluetas que se desplazan con pasos de antaño o a la velocidad de la luz, angeladas o con el demonio en su interior. Las palabras empleadas habitan en los rincones de cada ser y evocan algo que ocurrió o no pudo ocurrir y ponen de manifiesto a quién o quiénes lo motivaron.