Colonia Dignidad fue, antes que nada, una secta religiosa creada por dos predicadores callejeros expulsados de la Iglesia Bautista alemana y que, como toda secta peligrosa, fue formada para satisfacer básicamente los impulsos sexuales de su líder, la pederastia, en ese caso. La de Paul Schaefer fue una secta de manual. No solo manipuló místicamente a sus seguidores y les despojó de su dinero, sus pensiones e incluso sus hijos. Y cuando la creencia en las supuestas cualidades mesiánicas de su líder ya no fueron suficientes, no trepidó en drogarlos, golpearlos, torturarlos y asesinarlos para evitar que huyeran. Esta secta corrompió casi todo el entramado judicial y policial de la zona donde se alojaba, con un solo objetivo: lograr que las autoridades no investigaran las denuncias por adopciones ilegales, violaciones y otros delitos aberrantes cometidos en contra de niños indefensos y de sus padres. Existen múltiples testimonios que dejan muy en claro que, debido a la forma en que Schäfer predicaba “la palabra de dios” y sus técnicas de dominación física, Colonia Dignidad, está al nivel de las principales sectas de la historia mundial, como Jonestown, Heaven’s Gate, la secta Aum o los Davidianos de Waco.