Desde los albores del siglo XX a los albores del XXI, Margot fue creando una relación entrañable con lo rapanui. Sin duda, fue ella quien difundió y permitió a la sociedad chilena conocer parte del arte musical que se anidaba en la comunidad isleña, completamente desconocido para la gran mayoría de los chilenos. Logró hacer populares cantos y bailes como el Sau-sau, el Opa opa y el Tamuré que, si bien, polinésicos, hacía ya un tiempo habían ingresado al acervo rapanui y les fueron transmitidos por sus cultores. No solo recopiló, bailó e interpretó la música pascuense, sino que la llevó a los más altos sitiales de la música "culta" (como el Teatro Municipal en Santiago, pero también en Francia, Rumania y la Unión Soviética en su gira por Europa). Se sumó a lo anterior el particular hito de haberse presentado en Chile integrando una espontánea agrupación con los propios pascuenses, siendo ella una más del grupo de intérpretes. Si resulta formidable apreciar su mimesis con los isleños, al escuchar sus interpretaciones de cantos, más fascinantes aparecen las performances fotográficas, como apreciarán los lectores, en las cuales, cuerpo, traje y accesorios se amalgaman para producir una "estética rapanui loyoliana".
