Existen pocos elementos de continuidad entre los chilenos del siglo dieciséis y quienes lo somos hoy. Uno de ellos es la naturaleza telúrica del territorio que habitamos. Además de la experiencia sísmica propiamente tal –el movimiento mismo de la tierra y sus consecuencias materiales–, esta presencia ha generado una íntima relación entre todos nosotros por los sentimientos que cada terremoto desata, principalmente terror y asombro.
Como se desprende de los relatos aquí reunidos, estos sentimientos se hicieron presentes hace quinientos años, y los volveremos a experimentar cada vez que un terremoto vuelva a ocurrir.
Pehuen
Felipe Moreno Del Valle