Keith Duncan, poeta gringo, muerto a la edad de 41 años por una sobredosis de scriptomicina, o por una electrocución casual, o por ambas, la verdad es que los datos de su vida son oscuros y los de su muerte aún lo son más. Una voz paródica de la violencia rural norteamericana, o un exponente real de ella, tampoco lo sabremos, de él solo tenemos unos cuantos poemas que son testigos mudos de una existencia difusa, a partir de referencias también difusas. Como señala Mario Verdugo en el prólogo del libro: “Duncan creyó (a la manera de algunos poetas ecfrásticos, objetuales y performáticos) que la justificación social de la literatura pasaría forzosamente por las referencias a las demás artes y sobre todo a la música “indie”.