Desde el juego en los casinos hasta la Bolsa, la suerte se puede domesticar para mejorar nuestras posibilidades de éxito, reducir las probabilidades de fracaso y, en general, aumentar la buena fortuna de la humanidad. La suerte nos concierne a todos, desde el menos importante al más poderoso, pero muy pocas veces reflexionamos en ella de una manera ordenada y consistente. «¿Por qué a mí?», nos quejamos cuando las cosas nos van mal... aunque casi nunca nos preguntamos nada análogo si nos va bien. En realidad, es bastante peligroso carecer de una perspectiva clara de qué es la suerte y cómo funciona. En `La suerte`, uno de los filósofos más eminentes de la actualidad nos propone una visión realista de la naturaleza y modo de operar de la misma, de tal forma que podamos encarar sensatamente la vida dentro de un mundo caótico. Nicholas Rescher distingue entre `suerte`, `destino` y `fortuna`, y teje un colorido tapiz de casos históricos que van desde la antigüedad hasta el presente. La mala suerte de Felipe II de España, por ejemplo, hizo que la «Armada Invencible» se desintegrara en el Canal de la Mancha, y los que no pudieron comprar pasajes en el Titanic tuvieron muy buena suerte. Y aunque sin duda sería mala suerte tener un accidente de aviación, conviene saber que no es buena suerte terminar exitosamente un vuelo: se ha calculado que si una persona volara todos los días, debería volar cuatro mil veces antes de tener un accidente. A la suerte no se la puede tener bajo control, pero sí se la puede manejar hasta cierto punto. Rescher revisa desde las menciones al juego en el Antiguo y en el Nuevo Testamento hasta el tratado de Thomas Gataker sobre la gran lotería inglesa.