Se ha dicho de Boswell que era un snob y que su diario está en perfecta sintonía con la comedia de costumbres que tanto se cultivó en su siglo. Algo de verdad hay en esto. Boswell, aquejado siempre de una honda inseguridad personal, intentó toda su vida afirmar su valía a fuerza de buscar el trato y el aprecio de personas distinguidas, fuera en el campo de la política, la literatura o, como en este caso, la filosofía. Al hacerlo, va convirtiendo la historia de su vida en una delicada comedia, referida siempre con rigor, mesura y un estilo depurado. No puedo sino estar de acuerdo con Cyril Connolly cuando dice que ?el lugar de Boswell está entre los comediantes divinos?. Espero sinceramente que este libro, además de ser apreciado por su alto valor como documento para acceder a las figuras de Voltaire y Rousseau, sirva para introducir al lector a la figura de su autor, una de las personalidades más notables de su época, que nos ha dejado, en su extenso Diario, un retrato completísimo de su compleja personalidad, y una obra maestra digna de ser leída y admirada.